Antonio Campos (Dramaturgo y actor): “El Cid es quien es gracias a la juglaría”

Nov 2, 2023

Por fin un Cid liberado de capas. Por fin un Cid de carne y hueso. Por fin alguien capaz de poner al público en pie al margen de filias y fobias desmedidas. El actor y dramaturgo Antonio Campos (Albacete, 1979) estudió durante cinco años al Campeador para escribirle y después interpretarle. Lo hace maravillosamente bien (La Musgaña, ayuda). Tras actuar en Burgos lleva El Cid por toda España, un espectáculo impecable que te permite conocer y comprender al personaje. 

– ¿Por qué El Cid? ¿Cuándo surge su interés por el personaje y por qué decide llevarlo a escena?
Por culpa de mi padre, principalmente. Después de hacer El LazarilloLa Celestina o El Buscón, mi padre, un gran defensor del Cid y de la película de Charlton Heston, me propuso hacer El Cid. Yo le dije que era muy complicado pero, para refrescar, empecé a ver la película, luego a excavar en el personaje y comencé a desarrollarlo como actor solista, me llamó mucho la atención.

– El Cantar de mio Cid, el Lazarillo de Tormes… Parece que le van los anónimos.
Sí, eso parece (risas).

– Acerca al espectador la vida de determinados personajes a través de lo que usted denomina “los sin nombre»…
Sí, todo esto está relacionado con la juglaría y con las historias que se van contando de unos a otros, creo que es una de nuestras principales señas de identidad. En el teatro, el espectador español es muy de que le cuenten historias, nos quedan muy lejos las tragedias griegas. El Cid es quién es gracias a la juglaría, a cantar sus heroicidades y a añadir capas a un personaje sobre el que vas diciendo cosas que hizo aunque no las hiciera. Al final nos nutrimos de esas historias. La verdad se encuentra siempre en la belleza, cuanta más belleza haya en el relato, más se puede embaucar al espectador, más catarsis se produce.

– Es dramaturgo y actor. ¿Da respeto llevar a escena a un personaje tan representado?
Da muchísimo respeto y da muchísimo miedo pero es ese miedo el que te empuja a hacer una heroicidad de este tipo. A partir de la insistencia de mi padre me puse a leer… al final fueron cinco años investigando al personaje porque entre medias iba trabajando y haciendo otras funciones pero El Cid siempre estaba ahí. Creo que las obras eligen el momento en el que quieren ver la luz, hay una energía en el universo que escoge el momento idóneo y que te pone la obra por delante. El Cid se gestó durante muchos años lo que me permitió nutrirme de él, captar lo más importante para tener una perspectiva global y poder meterme dentro. Fue un trabajo titánico. No es lo mismo hacer El Lazarillo, que ya está escrito, que meterte con algo de lo que se ha dicho tantísimo.

En escena, Antonio Campos acompañado por La Musgaña

– El dosier sobre la obra de teatro señala que El Cid ofrece una visión diferente de la historia entrelazada con el drama, la comedia, los infiernos y la gloria. En su opinión, en el Cid, en el personaje, que hay más: ¿drama? ¿comedia? ¿infiernos? ¿gloria?
A priori vi mucha comedia pero creo que es una manera de alejarte del personaje para no tomarte tan en serio las cosas que se dicen sobre él. Sin embargo, a medida que vas escribiendo o representando el personaje te das cuenta de que no puedes traicionar la historia. Entonces te atrapan los infiernos no ya del Cid si no de cualquier persona que sea heroica: pagar la factura de la luz a final de mes puede ser una heroicidad al igual que también lo es vivir del teatro e ir conquistando espacios. Buscamos esa heroicidad más llana y destacar el papel de esos abuelos que lograron luchar y gracias a los cuales estamos aquí. Vas viajando a los ancestros y pasando por etapas de sufrimiento, dolor y de infierno y te das cuenta de que en el sufrimiento también está la gloria. No hay nada más satisfactorio que pegarte una buena carrera y después de la fatiga, sentir la gloria.

– Recientemente ha representado la obra en Burgos (territorio amigo… o enemigo, según se mire). En  otros lugares ¿cómo se ha acogido la representación?
Llegamos a Burgos en el momento idóneo. Hemos ido cumpliendo etapas, primero en Ciudad Rodrigo donde fue impresionante ver un teatro lleno jaleando ¡Sidi, Sidi, Sidi!. Luego estuvimos en León, otro sitio al que teníamos que acudir. Siempre hemos recibido una explosión de aplausos, de bravos y de catarsis sea cual sea el territorio en el que hayamos estado. Andalucía y Castilla-La Mancha las tenemos prácticamente peinadas, en Castilla y León estamos empezando y actuar en Burgos, en el momento en el que lo hicimos, fue un impulso para seguir subiendo la cumbre. Siempre le ponemos la misma energía, tanto en una ciudad como en una aldea, tanto en un gran teatro como en una plaza, todo público merece su respeto y el personaje se merece el ciento por cien del intérprete que lo esté encarnando.

– Y El Cid ¿consume mucha energía?
Te deja agotado. Es tremendo. Cuando sales de la escena realmente estás en otro mundo, es muy intenso. Para lograrlo, el proceso dramático va in crescendo y ese camino hay que andarlo con sumo cuidado y concentración para que el público logre percibirlo.  A veces me dicen: “¡Ostras, cómo nos has engañado, si esto empezó de una manera juguetona y mira cómo hemos llegado al final!”. El público termina viendo no a un Cid disfrazado si no a un actor encarnando al personaje, ese es el objetivo y es agotador.  De las obras de teatro que tenemos, El Cid se lo lleva todo.

– Después del trabajo, de su investigación de prácticamente cinco años: ¿Qué opinión tiene sobre el Cid, Antonio Campos?
Es un héroe arcaico, es esa persona que a pesar de los pesares, de la sociedad, de la política, de los dioses… sigue siendo fiel a su destino. De estos personajes hay muchísimos, en el día a día te los encuentras. Teatralmente hablando yo me considero un héroe arcaico, viniendo de la nada, ir abriéndote camino en el teatro, sin haber estudiado, sin tener una escuela, autodidacta… lo terminas haciendo todo muy tuyo. El Cid se buscó la vida como buenamente pudo en las peores circunstancias en las que le tocó vivir pero, claro, era lo que había. Seguramente a su lado habría muchos Cides que o bien murieron o bien no consiguieron que se cantaran sus gestas. Fue un héroe épico que, para traspasar tantos siglos, primero te lo tienes que cargar para, luego, poder resucitarlo.

– En la obra de teatro también aparecen algunos de los grandes nombres vinculados al Campeador. A través de ellos ¿cree que también podemos conocer al personaje? 
Nosotros teníamos que contar una historia que no estuviera contada y para eso tuvimos que inventárnosla con los mimbres que teníamos. Alfonso VI es uno de los personajes principales, teníamos que tener un conflicto y lo encontramos en él pero también aparecen Sancho, Urraca, Fernando I, el padre, la madre del Cid… Es una obra en la que voy encarnando a todos ellos y al Cid… hay que verlo: dista mucho desde el principio hasta el final.

– No puedo evitar trasladarle una especie de pelea personal… El Cid, un tipo del siglo XI, es constantemente juzgado desde una perspectiva actual. Yo estoy a punto de tirar la toalla ¿y usted? 
El ”A” del actor o de la actriz es entender las circunstancias de un personaje: dónde vivió, cómo sintió, de qué se nutría… así puedes enfrentarte al Cid o a cualquier otro. No debe hacer nadie más simpático que un interprete para acercarse a un personaje. Indudablemente el Cid sería un Bill Gates, el mejor producto de su época aunque, eso sí, dentro de las pocas opciones que tuvo para vivir.